“La tienda Catalunya”

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Article publicat a La Vanguardia el 13/11/2011. Pilar Rahola.

Rahola escriu aquest article d’opinió el novembre de 2011, sobre un concepte sempre vigent. Parla sobre la botiga i la petita empresa a Catalunya, com a fonament del veïnat, la ciutadanía, l’urbanisme i la justícia social.

Se me acerca el propietario de la Cerería Subirà, actualmente situada en la Baixada de la Llibreteria, y que empezó su aventura en la calle Nou en 1761, ahora hace 250 años. Empezó con Jacint Galí y actualmente pertenece a la familia Subirà. En los ojos del señor que me saluda, respiro tenacidad, orgullo y pasión. A su lado se acercan dos mujeres de Ca l’Estevet de l’Ordal, que hace seis generaciones que venden embutidos de calidad. El mismo orgullo, tenacidad y pasión. Y si permanezco mucho rato en el edificio de Foment, donde participamos en la VI convención sobre comercio de la Confederació de Comerç de Catalunya, seguro que saludaré a muchas personas como las que me acaban de hablar de sus comercios ancestrales.

El comercio de Catalunya es una historia de éxito que se ha forjado a lo largo de los siglos gracias a la tenacidad, orgullo y pasión de miles de familias que han arriesgado su patrimonio. Si Catalunya es un poco justa, lo es porque tiene un tejido productivo troncal que ha repartido la riqueza y ha creado una emprendedora clase media, de la cual los comerciantes son un eje fundamental. Por eso mismo, la botiga –y uso este término con intención, porque ha sido políticamente muy despreciado– no es sólo un espacio de compraventa, sino un territorio sensible a través del cual estructuramos vecindad, ciudadanía, urbanismo y un cierto sentido de la justicia social. Allí donde no hay tenderos, sino sólo grandes superficies, no hay barrios, ni calles alumbradas, ni vecindad, y no hay una gran cantidad de familias que viven de la pequeña empresa que regentan. Es decir, cuando hablamos de la botiga no hablamos de economía: hablamos de sociedad.

Por eso mismo, cuando escucho algunos discursos ultraliberales (a ambos lados ideológicos) en materias como la libertad de horarios, apelando al concepto de libertad y al sacrosanto nombre del consumidor, siempre me pongo en guardia. ¿Qué quiere decir libertad? La única libertad que garantiza una sociedad realmente libre es la que está reglada para leyes serias y severas que permiten tanto como regulan, deciden y prohíben. La libertad sin leyes es la jungla, y eso también vale cuando hablamos de libertad horaria, sólo beneficiosa para las grandes áreas comerciales, pero letal para los pequeños. También discrepo del enaltecimiento del concepto consumidor, como rector fundamental del comercio. Yo no creo en los consumidores sino en los ciudadanos, aquellos que tienen conciencia de qué tipo de comercio, de leyes y de sociedad quieren. El consumidor es depredador por naturaleza; el ciudadano es por naturaleza un constructor. Por eso ciudadano y tienda van estrechamente de la mano, porque son las dos patas de la misma voluntad social. Ambos construyen ciudadanía. Los consumidores, en cambio, son como las grandes superficies: para crecer necesitan dejar la tierra quemada.

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